Las rupturas nunca son fáciles. Tu corazón no tarda en pedirte que hagas las maletas y te vayas lo más lejos que puedas. Tu cabeza sin embargo te dice que te quedes, que tu trabajo aquí no ha terminado. Siempre nos entran unas ganas incontrolables de marcharnos, a pesar de que sabemos que no por huir del dolor, él se va a marchar, que no por cambiar los paisajes, tu corazón va a empezar a sonreir. Esto es algo que está dentro de ti, que viaja contigo, duerme a tu lado, desayuna en ti. No sirve de nada pedirle responsabilidades al tiempo, el tiempo no cura, sólo nos roba horas de vida. Esta lucha es nuestra. Y si el otro no está para ayudarnos, tendremos que sobrevivir solos y aprender que somos más fuertes de lo que pensamos. Que nada es tan difícil como parece y que por duro que suene, uno deja de sufrir cuando quiere. Es así.
Pero yo sigo teniendo ganas de marcharme y dejarlo todo aquí. Llevarme sólo el corazón y la cabeza. Habrá que empezar en algún momento a creer en nosotros mismos y dejar de depender de las palabras del otro. Al fin y al cabo, todos se marchan, y eres tú el que permanece.
viernes, 3 de junio de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario