Quiérete todos los días.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Once-ese.

Soy consciente de que me estoy tapando los ojos con las dos manos, una en cada ojo. Hay explosiones a unos metros, puedo sentirlas. No escucho nada, me he tapado los oídos con tapones especiales. Es preciso que todo salga bien para recuperarme del todo. Siento las explosiones como siento que  me duele el pecho. Diría que es mi pecho quien explota, la presión es más fuerte dentro que fuera. Infartos que pueden verse tanto fuera como dentro. Permanezco inmóvil, intento concentrarme en la inspiración y expiración, espero que nada me distraiga. Puedo escuchar el latido, y diría que algo no funciona porque tengo la presión por las nubes. Veinte, veintiuno, veintidós..
Ojos que no ven, corazón que no siente. Ciega por momentos puedo sentir más que con los ojos abiertos.
Empiezo a tener miedo. Busco el miedo en otro cuerpo, dos almas unidas son más fuertes, eso dicen. Sólo a dos pasos sentí unas vibraciones parecidas a las mías. Le cogí de la mano. Como es el ser humano que cuando mira a otros ojos aterrorizados, su miedo lo deja de lado para apretar su mano con fuerza y decir, que te tiene a su lado.

Dedicado en tan delicado día a todos los familiares de las víctimas del 11-S en NY.
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Casi puedo verte

No siempre las palabras funcionan por más que nos repitamos que lo hemos superado. No sabemos nada de nosotros mismos y al tiempo pensamos que nos conocemos del todo. Pensé que  lo peor había pasado, que había batido el récord apretando la almohada y había conseguido desmayarme del dolor. Pues no, hace un par de horas volví a sorprenderme.
Dejaba fluir líquido por mis ojos para vaciarme por dentro y dejar de sentir, pero mis manos empezaron a temblar y mantuve mi mirada fija en ellas perpleja. Lo peor estaba por venir. Sentí miedo y no supe qué hacer. Al menos había conseguido aparcar el coche cerca para no olvidarme dónde estaba. No quería alejarme mucho sola, no puedo confiar en mí en este tiempo. Rondaba pisando fuerte las calles por temor a que el suelo se hundiese y yo con él. Cuatro pasos arriba, cinco abajo, seis arriba, tres abajo. Mi instinto me decía que subiese, que lo positivo se encuentra en la cumbre de lo que pisas pero mi mirada ya estaba perdida. Totalmente perdida.
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AMAR Y SER AMADO

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Una imagen, vale más que mil palabras

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Mi paraiso

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