Hasta el más valiente a algo teme. Somos personas que tenemos miedos y no por eso nos dejamos asustar. Tememos la inmensidad de las cosas, miramos desde el balcón la inmensidad del mar. ¿Qué somos ante tal impotencia? nos sentimos pequeñitos, sin poder, capaces de perdernos en el momento que un dedo toca lo azul. Y no somos capaces de enfrentarnos a tales miedos, por verlos superior a nuestras fuerzas, menospreciando la capacidad de nuestra mente. y en cambio, cada día superamos obstáculos de mayor tamaño a veces sin estar atento. Olvidamos que la vida es la mayor inmensidad que nos es dada y somos valientes enfrentándonos cada día a ella. Nos dejamos llevar, y nuestros corazones son conquistados al paso de los minutos, a veces sufren, pero son capaces de recuperarse con otro encuentro ocasional de alguien que no esperamos. La vida es maravillosa. Pero somos tan frágiles como la confianza, y podemos ver cómo las palabras ajenas llegan a dolernos por su veracidad, olvidando que esa persona no es nadie en nuestras vidas. Y nos dejamos sufrir, aunque sean sólo instantes, nos duele y no lo frenamos, simplemente esperamos que suceda otro acontecimiento que nos alegre por dentro y sustituya el dolor.
Cuando somos felices, algo nos falta. El ser humano es tan inconformista que hasta en el caso más feliz busca la imperfección. El drama lo creó el hombre porque sin él no se ve capaz de mejorarse a sí mismo, de recordarse cada día que puede luchar por algo más y conseguirlo. E incluso cuando todo parece sacado de una película, el hombre sangra, necesita demostrarse que ésto es real. Porque el día a día es duro pero siempre sacamos la fuerza, que a veces nos llega a faltar.