Una noche como otra cualquiera en la que no te acuerdas ni de la fecha ni qué hiciste en todo el día. Sólo estás tú y tu cama, tú y tu almohada. Te quitas los pantalones que te sobran y te metes entre las sábadas y te cubres con el edredón de rayas. Ya no te arropan, ahora sólo te tapas. Aunque es verano, no te sobran las mantas. Tu corazón está frío, tus pies cogen calor cuando se tocan. Cubres la frente con un antifaz que está apunto de romperse en su lado izquierdo.
No sabes realmente si estás viviendo o te dejas vivir.. Haces lo que todos los días, te levantas, te preparas tu tazón de cereales con leche semidesnatada y frente a la televisión empiezas a cucharadas a devorarlo todo. Nada se interioriza. Todo es puro proceso vital. Rutina que se llama. Y precisamente por eso nada nos llama la atención. Lo dejamos venir, se deja llegar, y se permite repetir, una y otra vez.
Son épocas, dicen. No me sirve. Los días deberían ser recordados, y si no lo son, ejercita tu memoria. Cada cosa que hagas vívela y ámala como si te fuese a faltar mañana.
Porque la vida no está como para perder el tiempo.
miércoles, 8 de junio de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Nunca está para perderla
ResponderEliminaral fin y al cabo, nunca serás tan joven como lo eres hoy
:)