La fortaleza que se esconde en mi pecho

 Me he cansado de esperarte cada noche a que vuelvas. Se me han agotado las fuerzas para devolverte al mundo real y a esos brazos que te sostenían. todos ven mis alas de plomo queriendo volar y surcar cielos para alcanzar el alma que se me ha ido tan lejos... pero lo voy a conseguir. No está tan lejos, la valentía ya ha dormido entre mis sábanas y he recuperado mi iris seco y claro. No tengo que recorrer el mundo ni tan siquiera el interior de cada persona para ver la luz. Porque he rescatado la almohada rasgada que albergaba cientos de sueños y las sábanas que amaban mis pies fríos. Mis dedos corretean por teclados que no son míos y mi cabeza vuela como pájaro en abril. Ya no eres tú la razón de por qué yo estoy aquí, al final nunca lo fuiste y estuve apunto de quemar mi mano con la convicción. Pero ya no. Ya no soy hormiga a quien aplastar ni cristal frágil. Soy águila fuerte que siente la libertad sobre sus alas, la dignidad en su pecho y la fascinación sobre sí misma. Soy quien es capaz de imaginar las sonrisas en rostros serios y los descubre. Enseñaré a mis manos a pasear solas, vacías, aunque los huecos entre mis dedos fuesen para albergar a los tuyos, ahora dicen adiós a las manos que tantas veces las han acompañado...
Respiras mi aliento y luego te marchas.
Mi calor no va a traspasar mi ropa, ni en la yema de tus dedos. Ya tienes grietas de mi piel suficientes marcadas en tu cuerpo, y aunque busques mi olor, él se irá conmigo. En nadie encontrarás el aroma de mi cuerpo después de un beso, después de unos labios presos, de un corazón latente ni de mi voz al quebrarse. No te apretarán la mano cuando pasees con ella como lo hacía yo sin intención, signo de querer permanecer en tu resguardo.
No voy a mirar atrás, siquiera sin saber el camino, será la música que de tantos llantos me ha liberado, quien vaya a devolverme la cordura que tanto me falta. Volveré a respirar ternura, sin ti. Porque también sé vivir sin ti, aún teniendo cosas que aprender...